Desde la ventana

La violencia y el silencio no son ajenos en pandemia. Nuestra protagonista, en este cuento, nos narra con voz propia lo que siente frente al estímulo del día a día en medio del encierro al que nos hemos visto obligados a vivir. Me acompaña la excelente ilustradora tusán Bianca Cok, con quien pude compartir galería durante la muestra Chinarte 2019. 



Traté de reflejar los sentimientos de la pequeña protagonista. 

Aquella que extraña con el alma.

Aquella que siente soledad a pesar de no estar sola.

Aquella incomprendida.

Aquella niña que quizás fuiste alguna vez.

Aquella niña que fui yo tal vez.


Bianca Cok Tam ( Joisiart)




Desde la ventana

 

Mi papi me dijo una vez que puede verme desde la ventana, pero cuando yo me asomo, por más que espero un montón, no puedo verlo por ninguna parte. Esta semana escuché sonar el teléfono de mi mami, pero ninguna llamada fue para mí. - cuánto me gustaría tener mi propio celular – le dije a mi papi una vez, soltando un suspiro, para ver si así lo convencía de comprarme uno, pero él dice que soy muy chiquita, aunque mi primita Sofi tiene uno desde que tiene 7 y yo ya soy mucho más grande que ella. – el celular es peligroso – me dijo y yo pensé, si es peligroso, ¿por qué lo usan ustedes?, pero me quedé calladita porque de repente se molestaba. Si me hubiera escuchado ese día, no tendría que buscarlo tanto en la ventana desde la que él puede verme, pero yo no a él. Eso me hace sentir triste. Antes podíamos ir juntos al parque, comíamos helados, yo saltaba sobre su espalda y él me hacía reír diciéndome que ya está viejito – pero no estás viejito, papi, quiero que me cargues más – le decía, el corría para que no lo alcance y yo detrás le gritaba que era un tramposo. Te estoy extrañando mucho, papi – le dije la última vez que lo vi en el celular de mi mami, pero esa vez no lo extrañaba tanto como lo he extrañado toda esta semana.


Ayer por la mañana escuché a mi mami decir que la pandemia tiene para rato, ella cargaba a mi hermanito mientras yo tomaba mi leche en la mesa. Observé las flores que mi papi me envió, estaban en un jarrón en el medio de la mesa, los pétalos de las rosas ya estaban muy secos y las margaritas miraban para abajo – a veces soy como una margarita marchita – me dijo mi papi una vez, cuando lo encontré llorando en su sala – observé el reflejo de la flor marchitándose en el cristal de la mesa y ya no pude comer más. – acaba todo, Milagros – ordenó mi mamá y sin entender por qué, yo le grité un fuerte NO. Hubo un silencio en sus ojos, como si ya nada pudiera sonar, ella me miraba sorprendida, con la boca entreabierta y en ese segundo, algo adentro de mí sonó como un vidrio, luego mi hermanito lloró, justo antes de que mami me viera llorar y mientras ella lo calmaba, yo corrí a mi cuarto, cerré la puerta con pestillo y me recosté sobre la ventana, esperando a que mi papi me mirara. ¿por qué me dejas sola, papito?


Desde la ventana vi a un niño en el departamento de al frente, entró corriendo mirando a todas partes y luego se escondió detrás de la cortina, allí yo podía verlo, pero él me daba la espalda. Que suerte que ese niño pueda jugar a las escondidas, me dije, yo también quisiera jugar porque estoy muy aburrida. El niño volteó su cabeza hacia mi ventana y me encontró mirándolo, yo lo saludé con una mano – niño – grité, como cuando invitaba a otro a jugar en el parque y el me hizo una seña poniendo el dedo sobre sus labios. De pronto una mujer jaló la cortina, lo miró con un rostro muy feo, el pequeño tenía cara de terror cuando lo agarraron del cabello y volteó a verme, ella también me vio, lo sacó de su escondite y cerró la cortina. Salí de mi cuarto muy asustada y llamé a mi mami, pero ella respondió que solo le hablara si era para disculparme. Volví en silencio a cerrar la puerta, entré a mi cama abrazando a mi Mei Chan, un osito panda que papi me trajo de China, lloré un poquito y me quedé muy profundamente dormida.


Es de noche todavía, el cielo está muy opaco, vi mi reloj y son las 4 de la madrugada. Nunca me había despertado tan temprano. Fui a ver por la ventana, las cortinas del departamento de al frente siguen cerradas. ¿le habrá pasado algo al niño? Quizá si no lo llamaba, no lo descubrían. Quizá mi papi no me llama para que no me descubran, pero que podrían descubrirme, yo siempre soy una niña buena, aunque a veces no quiero comerme las verduritas. Vuelvo a ver el cielo y pienso en que debe estar triste, como la margarita, pero solo, porque cuando no estoy en su casa, nadie más está con él. Papito, por qué no me compraste mi celular, podría llamarte sin que mi mami sepa, podría dormirme contándote un cuentito, no tendría que estar aquí hablándole al aire. Yo sé que tú me miras, papi. Tú me dijiste que siempre me cuidas desde la ventana ¿también puedes oírme? Llámame pronto, papito, quiero que se acabe la pandemia, quiero que juguemos como antes.


                                                                                                    Nilton Maa





Comentarios

  1. Carlos Chong.

    Dulce y hermoso relato, la infancia es la parte mágica de la vida. Recordé cuando mi hija pequeña me pedía un teléfono. La ilustración que acompaña tu narración es muy hermosa.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares